Abril 25, 2016
Por: Detective Fernando Álvarez
DIARIO LAS AMERICAS
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Los estafadores no tienen respeto ni vergüenza, pero si tienen mucha creatividad para enredar a sus víctimas. Este caso demuestra por qué no se debe confiar en cualquier persona y mucho menos cuando uno está en medio de una situación desesperada.
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Un viejo cliente me llamó y me contó lo siguiente: “Un amigo mío y yo compramos un negocio hace un tiempo y estamos tratando de mejorarlo pero tenemos ciertos problemas graves en los que necesitamos de la ayuda de un abogado para resolverlos y tenemos que movernos rápido. Mi amigo conoció a Antonio (nombre cambiado), un abogado de profesión, en un evento social de empresarios, esos donde se intercambian tarjetas de negocio. Mi amigo le explicó la situación que debíamos resolver y Antonio le explico los pasos que el necesitaba realizar y el costo por su ayuda, $5.000. A mi amigo le pareció muy buena idea y al comentármelo estuvimos de acuerdo en contratar los servicios de Antonio, pues su honorario era más barato que el de otros abogados. Al día siguiente lo llamamos para tener una cita en su oficina, ubicada convenientemente cerca de la corte, pero en eso él estaba de camino para nuestra área y nos invitó a reunirnos en un conocido restaurante. Durante la reunión a mí no me dio buena espina, no sé, pero Antonio no me brindó confianza. Yo creo que él se dio cuenta de mi desconfianza y por eso nos redujo el costo a $4.000. Mi amigo desesperado, por resolver los problemas del negocio, aceptó la oferta y realizó el pago mediante cheque. Yo solo quiero saber si éste señor es un abogado serio, si se especializa en leyes de negocios y si no tiene sanciones de la barra de abogados”.
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Hoy en día el internet ofrece una alta gama de servicios en línea, gratuitos y pagados, que te permiten verificar ciertas informaciones sobre personas y empresas. La mayoría de estos sitios tienen informaciones desactualizadas o de otras personas o empresas con los mismos nombres. Siempre es recomendable utilizar estos sitios, pero debemos estar seguros de que estamos investigando a la persona correcta, hay que ver más allá de las apariencias y fijarse en los pequeños detalles. Los detectives privados utilizamos bases de datos, contactos y estrategias más desarrolladas para llegar al fondo de cada caso, de cada situación y por supuesto de cada fraude.
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La solicitud de mi cliente no era difícil, pues se trataba básicamente de verificar la reputación y antecedentes de un profesional. Comenzamos verificando su licencia de abogado y la misma estaba activa y sin sanciones en la barra de abogados. También chequeamos sus antecedentes civiles y criminales, y estaba limpio. Lo único que nos llamó la atención fue que la dirección de oficina donde nuestro cliente iba a reunirse con Antonio no coincidía con la dirección de oficina registrada en la barra de abogados ni en el sitio web de dicho abogado, tampoco coincidía el número telefónico. Yo sé que muchos abogados tienen más de una oficina y más de un teléfono pero generalmente lo tienen actualizados en sus páginas web. Este tipo de conflictos de información crean dudas y requieren de más indagaciones.
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Procedimos a verificar y también a obtener fotos del abogado que aparecía en los registros de la barra de abogados y también de la persona con la que estaban haciendo negocios mis clientes, y resultó que no eran la misma persona. Le enviamos una foto del abogado real al cliente y pocos minutos después me llamó y me dijo “no, ese no es Antonio, están investigando a la persona incorrecta”. Mientras hablábamos por teléfono le envié la fotografía de la otra persona y me respondió “sí, este sí es el abogado”. Yo le conteste “¡Bingo, caso resuelto!, te explico, la primera foto es la del verdadero abogado, la segunda es la de un ratero que se está haciendo pasar por abogado y lamentablemente ustedes cayeron en su trampa. Esta misma tarde tendrás los resultados”. El cliente suspiró profundamente, sus sospechas eran ciertas pero ya era un poco tarde.
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El estafador, que se hacía pasar por abogado, tenía el mismo nombre y apellido que el abogado real. La oficina que rentaba fue usada anteriormente por otro abogado y todavía figuraba en el internet como una oficina de abogados, con lo cual se les daba más confianza a las víctimas de este timador. El estafador no depositó el cheque sino que lo cambio por efectivo en el banco de mi cliente y por supuesto quedo registrada su licencia de conducir. Los antecedentes de este sujeto confirmaron que tenía varios casos de fraude en el pasado y que había estado preso por robo a mano armada. Al parecer durante su estancia en la cárcel aprendió mucho de asuntos legales y también a hablar como un abogado. Y aunque este estafador se encontraba aun en libertad condicional no le importó seguir estafando y haciendo estragos. Mi cliente lo denunció a la policía, a la barra de abogados y al abogado real. A los pocos días este sujeto fue arrestado nuevamente pues ya había varias denuncias en su contra por estafas similares. Aunque se hizo justicia en este caso, mi cliente no pudo recuperar sus $4.000 y aún necesitaba de un abogado para resolver sus problemas legales.
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Por su bien, desconfíe siempre. Nunca contrate a un abogado, ni a ningún profesional sin verificar primero sus credenciales. Contrátelos en su oficina y asegúrese de firmar contrato. Nunca tome decisiones bajo presión, pues la desesperación es ciega y no te deja pensar con claridad. Utilice el internet para indagar y verificar a los profesionales que va a contratar, proteja su dinero y evite sorpresas desagradables.
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